Un sábado de enero de 2009 en la Plaza de la Ciudadela --a tiro de piedra del Metro Balderas--, convertida desde hace años en salón de baile al aire libre. Es uno de esos lugares donde el danzón no sólo sobrevive como la música de fondo de otra época, en su forma de nostalgia empolvada, sino como una expresión cultural viva, contemporánea. Ahí, con música grabada o con orquesta en vivo, el pachuco y la rumbera de antaño reverdecen laureles; sus hijos y sus nietos continúan la tradición y la actualizan. Van los que saben y los que quieren aprender, van los mirones a alegrarse los ojos y el espíritu; va el vendedor ambulante de zapatos y zapatillas exclusivos para la ocasión: de charol en blanco y negro, rojo y amarillo, zapatillas de pulsera y tacón de aguja; van el vendedor de discos ya inconseguibles en otra parte: los clásicos de Acerina y Carlos Campos, pero también los de Miguel Angel Serralde, Mariano Mercerón o El Chino Flores. Algo hay en esa muchedumbre de gozosa y sublimada resistencia ante el desastre nacional, algo de esperanza en los rostros y en el cadencioso movimiento de los cuerpos. ¡Danzóoooooooon dedicado a la vida y aferrados que la acompañan!
Saturday, February 07, 2009
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