Friday, November 28, 2008

Juan Villoro y los libros malignos


La lectura por si misma no hace automáticamente mejores a las personas. Ni el mejor lector es el que más ha leído. Y los libros no son materiales “inocentes” e, incluso, los hay “malignos”, tanto para quienes los leen como para otros libros.

Estas son algunas de las ideas que cruzan la novela más reciente de Juan Villoro, El libro salvaje, que cuenta la historia de un adolescente sumido en una crisis profunda por el divorcio de sus padres, y quien intempestivamente se ve obligado a vivir unas semanas con un pariente extravagante --si no es que loco-- cuya casa está infestada de libros que a capricho cambian de sitio y de contenido, o que simplemente se resisten a ser leídos.


Publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE) e ilustrado por Gabriel Martínez Meave, El libro salvaje se suma a la lista de títulos escritos por Villoro para niños y adolescentes (Cazadores de croquetas, El taxi de los peluches, El profesor Ziper y la fabulosa guitarra eléctrica).


De esta novela y de su experiencia como autor de libros para menores de edad, habla Juan Villoro en entrevista (una versión más resumida de esta charla se publicó en la sección cultural de La Jornada el 24 de noviembre [www.jornada.unam.mx]).

--Un autor de libros para adultos ¿cómo se desdobla en escritor de libros para niños y adolescentes?

--Son facetas distintas y no todos los autores tienen la necesidad de abarcar las dos. Me parece interesante escribir para niños porque me permite establecer contacto con el pensamiento infantil que conservo dentro de mí. El desafío es distinto porque la imaginación infantil es muy barroca, desaforada, y al mismo tiempo muy lógica. Los niños aceptan cosas imaginarias y tan complejas como se quiera siempre y cuando tengan un rigor que las ate, que por arbitrarias que sean no rompan con sus reglas.


“En los libros los niños se hacen preguntas muy profundas sobre el sentido de la vida, sobre el valor de la amistad, sobre la lealtad, sobre la traición. Esto hace que la buena literatura infantil sea como una filosofía de juguete.


Cosa que no ocurre con la literatura para adultos: “los adultos son lectores mucho más escétpicos, que no buscan soluciones a lo que ya saben del mundo, sino que buscan una historia dentro de un mundo que los ha hecho bastante descreídos.”


En otros sentido, El libro salvaje es “una exploración de la lectura por medio de una situación en la que un chavo está en la encrucijada, bastante común hoy en día, del divorcio de sus padres, que puede significar el paso a una soledad equivalente a la isla desierta en donde los libros representan una oportunidad de compañía, de aprendizaje y de rito de paso.”


El protagonista de El libro salvaje va a vivir a la casa de un tío que lo alerta: “El mejor lector no es el que ha leído más, sino el que ha leído con más pasión, porque los libros sienten a sus lectores, como los caballos sienten a los jinetes. Quería explorar esta idea de que sean los libros los que se acercan a los lectores, pero también lo opuesto, un libro rebelde, fugitivo, radical, como un caballo cimarrón que anda sin jinete, un libro que no quiere que lo lean; la aventura es atrapar ese libro, domarlo y saber la historia que contiene.”


Una de las cosas que le atrae y estimula a Villoro de escribir para niños “es la posibilidad de escribir un final feliz, el famoso colorín colorado. Pocas cosas son tan difíciles de narrar como la felicidad merecida, no una felicidad arbitraria en la que un hada madrina llega y a todos les concede un deseo, sino una en la que los personajes realmente hayan hecho lo suficiente para mercerla. Me parece difícil y fascinante.”


--¿Escribir para niños ya tiene el mismo prestigio que escribir para adultos?

--No, por desgracia no es así. En México, Francisco Hinojosa ha escrito unos 30 libros para niños que forman parte de lo mejor de nuestra literatura y debería estar reconocido como una gran autor nacional, tan sólo por su contribución a la literatura infantil. Desgraciadamente a ésta se le ve todavía como un subgénero desde el punto de vista de valoración cultural. No se aprecia que los cuentos para niños pertenecen a la tradición de Hans Christian Andersen, a los Hermanos Grimm y tantos otros autores.


--¿Y crees, como se dice en la novela, que hay libros malignos?

--Sí. Yo no quería hacer una celebración fofa de la lectura, y decir que todos los libros son buenos, y paz y amor, porque hay libros dañinos para las personas y libros dañinos para otros libros. Por ejemplo, Mi lucha, de Hitler es un libro maligno que triunfó en su momento y provocó que otros libros, grandes obras de la literatura alemana, fueran quemados en piras.


“Borges dijo que somos los libros que nos han hecho mejores, pero a esta frase deberíamos agregarle algo: somos los libros que nos hacen mejores cuando procuramos que así sea.”


Los libros “no son un material inocente”. En esta novela, “hay un libro enemigo y solamente se puede llegar al fin de la historia si se libera antes al personaje de ese libro enemigo.”


De esta manera “quería plantear esa posibilidad, de que incluso personas muy inteligentes y cultas, han sido ruines, como los comandantes nazis que por la mañana leían a Rilke y luego se iban a exterminar judíos. Hay personas muy sofisticadas de un egoísmo y de una crueldad extremas, en cambio todos hemos conocido campesinos, artesanos, gente que no ha leído y que son maravillosas personas. La pregunta entonces es ¿los libros mejoran automáticamente a las personas? No necesariamente, y ese de uno de los más grandes dilemas de nuestra cultura: los libros mejoran a quienes deciden mejorarse con ellos, porque son como espejos donde se refleja lo que llevas dentro. Por eso el mejor lector no es el que lee más sino el que lee con pasión y sabe entenderse mejor a si mismo a través de la lectura.”

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