Friday, August 20, 2010

El día que mataron a Trotsky




El 20 de agosto de 1940 --hoy hace 70 años-- Ramón Mercader, un comunista español, burló la seguridad de la casa que habitaba en Coyoacán el revolucionario ruso Leon Trotsky, junto con su esposa y su nieto Esteban Volkov. So pretexto de darle a revisar un artículo que había escrito, Mercader entró hasta el estudio Trotsky. Cuando el fundador del Ejército Rojo se inclinó sobre el escritorio para leerlo, le asestó un golpe en la cabeza con un piolet.

El crimen fue ordenado por José Stalin, inicial compañero de lucha de Trotsky junto a Lenin. Cuando Lenin murió, Stalin tomó el poder y empezó una purga política que incluyó a Trotsky, a quien primero obligó a exiliarse y después mandó matar.Para lograr su cometido, Mercader se hizo amante de la secretaria del líder revolucionario, después se hizo amigo de la familia, a la que convenció de que era un trotskista fuera de toda sospecha. El intelectual y revolucionario ruso falleció al día siguiente del ataque. La noticia conmocionó al mundo.
En esta entrevista realizada y publicada hace cinco años en el periódico La Jornada, Esteban Volkov comparte sus recuerdos del día que asesinaron a su abuelo y reflexiona sobre el impacto personal y político del hecho.
(En la imagen se ve a André Breton, Diego Rivera y León Trotsky, durante los días del exilio del líder ruso en México)



Arturo García Hernandez
Aquel 20 de agosto de 1940, el adolescente Esteban Volkov regresaba de la escuela cuando a lo lejos percibió un movimiento inusitado frente a su casa. Había una patrulla y gente entrando y saliendo. Algo raro pasaba: ''Tuve una sensación de angustia y una premonición". Al entrar vio a su abuelo, León Trotsky, herido en la cabeza y un charco de sangre sobre el piso.

El comunista español Ramón Mercader, a las órdenes de José Stalin, acababa de asestarle un golpe mortal con un piolet. No obstante el dolor, en medio del ajetreo de familiares, colaboradores y policías, el revolucionario ruso tuvo fuerzas para hacer dos peticiones: que sus guardias personales no mataran al agresor, para que confesara quién lo había mandado, y que retiraran a su nieto del lugar.

Después de 65 años del atentado, a Volkov todavía le conmueve el gesto de su abuelo: ''Siempre me ha emocionado que al final de su vida todavía dijera, como para protegerme: 'mantengan alejado al chamaco, no debe ver'".

Horas después, Trotsky moría en un hospital y el mundo se conmocionaba con la noticia.

-¿Qué sentimientos lo invaden a 65 años del hecho?

-Pienso que cayó en las trincheras de su revolución, de la lucha política. El sabía que no iba a morir de vejez en la cama, era parte de su biografía, de su agitada vida. Yo veía la sencillez de su vida, la entrega total a su lucha.

-¿El adolescente que usted era ya lo entendía así, o lo fue aceptando con el tiempo?

-Yo viví el entorno, viví en carne propia el asedio estalinista, sentí mejor que nadie la cantidad de calumnias, la fabricación de mentiras de que era víctima Trotsky; una sarta de infundios, como que era agente del imperialismo estadunidense y no sé cuántas cosas inverosímiles y absurdas. La falsificación histórica y el empleo del asesinato en lugar de la discusión política.

-¿Cómo fue su vida en los días siguientes al asesinato de su abuelo?

-Yo era ya un joven incorporado al medio mexicano, estudiaba, tenía amigos, me integré muy bien al país. Seguí otro camino, la química, que me apasionó. Me metí al campo de la farmacéutica, en el ramo de las hormonas, donde trabajé muchos años. Era una industria en la que México fue pionero. Tuvo aplicación en los anticonceptivos. Trabajé en desarrollo tecnológico, me tocó diseñar el primer método de elaboración de anticonceptivos.

Esteban Volkov nació en la ex Unión Soviética. Cuando sobrevino la ruptura de su abuelo con Stalin, salió junto con él y otros familiares a un exilio itinerante por Turquía y varias capitales europeas.

Trotsky arribó a México en enero de 1937. Su nieto permaneció en París con la viuda de su hijo León Sedov, quien presumiblemente también había sido asesinado por órdenes de Stalin. Esteban llegó a México un año antes de que mataran a su abuelo.

En mayo de 1940, Volkov también había sido testigo del atentado que encabezó el pintor David Alfaro Siqueiros -''estalinista de hueso colorado"- al frente de 20 hombres disfrazados de policías. Trotsky salió ileso y el joven Esteban recibió un rozón de bala en una pierna.

Actualmente el nieto de Trotsky prepara un libro de memorias: ''Es el relato de lo que hemos pasado en lo personal y las etapas en que estuvimos cerca del abuelo, el último episodio de su heroica lucha''.

-¿No ha regresado a Rusia?

-Estuve en 1989. Pierre Broué -que acaba de morir- un excelente historiador francés, biógrafo de mi abuelo y amigo mío, me llamó por teléfono y me dijo: ''Esteban, acabo de encontrar a tu hermana en Moscú, es urgente que vayas de inmediato, está gravemente enferma, tiene cáncer y no va a durar". Ya eran tiempos de Gorbachov y había cierta apertura. Saqué mi visa y emprendí el viaje a Moscú.

''Logré conocer a Alejandra, que era una media hermana. Fue un encuentro extraordinario, como dos náufragos que se encuentran de repente después de años de separación. Aunque no hablamos un idioma común, algunas amistades tradujeron y permitieron un diálogo."

-¿Ya no hablaba usted el ruso?

-No, para nada, es un idioma totalmente desconocido para mí.

-¿Y qué fue para usted encontrarse en la tierra de su abuelo y la suya propia?

-Rusia no me agradó, soy alérgico a ese país, le tengo aversión después de todo lo que pasó en el régimen de José Stalin. Además soy naturalizado mexicano, estoy totalmente asimilado a los hábitos, las costumbres, la comida. México es mi patria, el país que admiro y quiero.

-¿Se sintió en peligro durante aquella visita a Rusia?

-¿Qué le puedo decir? No amenazado, pero sí sentí resabios de lo que era la dictadura, la tiranía de aquel aparato. Lo sentí en la aduana, en la inspección en el aeropuerto, en la revisión meticulosa de todos mis papeles. Misteriosamente desapareció mi equipaje y me lo entregaron dos o tres días después. Se veía que lo habían sometido a una revisión.

-¿Cuánto tiempo estuvo allá?

-Cinco días.

-Fue poco.

-Sí, y eso que tuvimos un acogida amistosa, por periodistas y parte de cierto sector intelectual. Nos reunimos con grupos que rescataban la memoria de todas las víctimas de Stalin. Había en esos días una pequeña exposición con fotografias de Trotsky.

''También fuimos a visitar el mausoleo de Lenin. Fue una experiencia extraña: la inmensidad de la Plaza Roja, estaba nevando, la catedral de San Patricio al fondo, la inmensidad del Kremlin, el peso que tenía aquello."

-¿No pensaba: ''mi abuelo hizo la revolución con el hombre cuyos restos están ahí"?

-En ese momento no. Me pesaba la atmósfera del régimen de Stalin. La verdad es que cuando me subí al avión y levantamos el vuelo, sentí alivio.

Esteban Volkov está convencido de la vigencia del pensamiento político de su abuelo. El estalinismo y las dictaduras que solapó en Europa del Este son las que cayeron con el Muro de Berlín: ''No tienen nada que ver con el auténtico socialismo".

-Usted no tiene duda de que le llegará su tiempo a ese auténtico socialismo, ¿verdad?

-No. A lo mejor no lo vamos a ver, pero es la única solución para salir de la violencia, de las carencias, del hambre, de la injusticia, de la explotación. El capitalismo ha demostrado que no resuelve las necesidades de la humanidad, al contrario, está en un callejón sin salida.

-¿Se considera un ideólogo?

-De ninguna manera. Me considero un testigo histórico, afortunado, de una serie de acontecimientos muy importantes, y tengo la suerte de estar todavía aquí. Tengo 79 años.

''Nadie de mi familia ha llegado a esta edad. Nunca pensé llegar al 2000 y resulta que ya llegué hasta el 2005.''

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