Monday, June 21, 2010
El siglo XX mexicano según Carlos Monsiváis
Resulta difícil imaginar un México sin Carlos Monsiváis. No es una afirmación sentimental ni melodramática. Su omnipresencia y la impronta de su obra impregnaron prácticamente todos los ámbitos de la vida pública –cultural, política, social-- durante las últimas cinco décadas. Sus libros, sus gustos, la amplitud y variedad de sus intereses intelectuales, así como sus opiniones y hasta sus chistes, constituyeron una influyente manera de ver y entender al país.
La literatura, el cine, la pintura, la cultura de masas, el periodismo, la historia, los ídolos populares, son algunos de los muchos temas que estuvieron en el centro de sus obsesiones. En la entrevista que a continuación se reproduce, el cronista y escritor los enumera.
Fue realizada en vísperas del inicio del año 2000 y publicada por La Jornada el 30 de diciembre de 1999, como parte de una serie de entrevistas con intelectuales y artistas, convocados a revisar lo que había sido el siglo XX mexicano en el campo de lo social, la cultura y la creación artística.
(Foto: Barry Domínguez)
Arturo García Hernández
¿Cuáles son, según Carlos Monsiváis, los acontecimientos y las personalidades que definen al siglo XX mexicano? Uno de los más atentos observadores de la vida pública mexicana, autor de libros como Días de guardar y Amor perdido --imprescindibles para entender el México contemporáneo--, advierte de entrada: ''Toda respuesta sobre un asunto tan general se condena de antemano al fracaso. No le hace, me someto a la regla del juego de la entrevista, y me lanzo a la empresa inútil: vislumbrar un siglo tan complejo por medio de unos cuantos nombres y la enumeración fugaz de movimientos fundamentales''.
Asumido el riesgo de ''las imprecisiones y las injusticias'' que implica ''generalizar y al vapor'', Monsiváis expone: ''Son imprescindibles, desde luego, en materia de generosidad política, de visiones que sus enemigos calificaron de 'utópicas' (en el sentido de enloquecidas), Ricardo Flores Magón, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas... Por otro lado, en una suerte de conjunto escultórico de la ambición del poder, Venustiano Carranza, Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles. En otro nivel, el del estrépito catastrófico, con muchísimos puntos en común, aunque ninguno de los dos lo admita, hay que citar a Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari.
''En vida literaria e intelectual el listado es abundante: José Vasconcelos, Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Octavio Paz, José Revueltas, Rosario Castellanos, Elena Garro, Jaime Sabines, Carlos Fuentes, Rubén Bonifaz Nuño, Fernando Benítez, Ricardo Garibay. De éstos, algunos cubren espacios amplísimos: Vasconcelos, Reyes, Octavio Paz, desde luego. La lista es por supuesto y penosamente incompleta, pero ninguno de los citados resulta excluible por su calidad, la vocación llevada hasta sus últimas consecuencias, la renovación que trajeron consigo. Y en arte, cómo no citar a Silvestre Revueltas, Carlos Chávez, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Frida Kahlo, María Izquierdo, Rufino Tamayo, Ernesto García Cabral, Leonora Carrington, Gabriel Figueroa, Remedios Varo, Manuel Alvarez Bravo, Lola Alvarez Bravo, Luis Buñuel, Emilio Fernández, Nacho López, Héctor García, Guillermina Bravo... Y en vida popular, son inescapables Agustín Lara, Cantinflas, Tin Tan, Joaquín Pardavé, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, Pedro Infante, Dolores del Río, María Félix, Tomás Méndez y José Alfredo Jiménez.
"Como ves, el catálogo devora el espacio y arrincona a la entrevista en la zona de los inventarios. Pero cada uno de los incluidos le ha aportado a la sociedad mexicana (la mayoría no sólo a ella) estímulos, gozos perdurables, modelos, temas de conversación, orgullos nacionales y regionales... Lo que se te ocurra. Pero luego viene el riesgo de las exclusiones. Si se acepta el criterio (finalmente escénico) de tomar el siglo como un hecho concluido, entonces, así esté en en plena producción, debo incluir, entre otros, a Elena Poniatowska, Vicente Rojo, Sergio Pitol, Gabriel Zaid, José Emilio Pacheco, Rodolfo Morales, José Luis Cuevas, Francisco Toledo. Y los más jóvenes. El siglo ha sido productivo y un catálogo tiende a embalsamarlo.
Por lo que se refiere a movimientos, el cronista, autor de Escenas de pudor y liviandad y Los rituales del caos, destaca: ''Desde luego, la Revolución Mexicana, pero vista un tanto más de cerca, la Revolución se desglosa en una enorme cantidad de tendencias, de enfrentamientos, de facciones, de ideologías: son demasiados movimientos en uno. Allí coinciden, por ejemplo, el oportunismo como rector ideológico, el nacionalismo, la creación de instituciones, el reconocimiento –así sea superficial y frustrado-- de los derechos de obreros y campesinos, la emergencia del pueblo como entidad visible, incitadora de una estética, la creación del muralismo y de una novelística poderosa que incluye a escritores tan extraordinarios como Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, etcétera.
''El segundo movimiento es la modernidad, esta búsqueda frenética de un país distinto y ya no periférico, metropolitano en las actitudes mentales. La modernidad frenó la feudalización económica y cultural del país, pero a contra sensu auspició la corrupción devastadora, la burocratización del Estado, el ecocidio y la privatización (no declarada) de bienes nacionales a cargo de la casta política. Un tercer movimiento se concentra en las siglas del PRI y sus setenta (excesivos) años de dominio. No se puede disminuir su importancia ni la extensión de sus daños. Lo positivo (la interrupción de la lucha de facciones, el desarrollo institucional, la estabilidad y la pacificación) se descompone y se vuelve desastre al sumar las cargas de corrupción, de autoritarismo, de negación de vida democrática y derechos humanos, de impulso a una casta en la que no escasean los gángsters. Una cuarta tendencia fundamental es el 68, no sólo por la tragedia de Tlatelolco y las movilizaciones estudiantiles, sino porque una generación juvenil halla la continuidad del proceso de modernización en la protesta, la emergencia en las calles y de la búsqueda de un nuevo lenguaje.
"Y es valiosa la búsqueda de la democracia electoral por parte del Partido Acción Nacional (PAN), muy eficaz durante décadas. Y así por largo tiempo se haya dejado definir por el estalinismo y el sectarismo, hay aportaciones admirables de la izquierda, en la historia que va de los anarcosindicalistas de principio de siglo a los organizadores campesinos de los veinte; de los antifascistas de los treinta a los maestros normalistas del Movimiento Revolucionario del Magisterio; de los zapatistas de Morelos a los activistas de los derechos humanos''.
--Más específicamente, ¿qué personalidades de la izquierda y la derecha repercuten de un modo u otro en el siglo XX?
--Bueno, hay símbolos, líderes, historias del fracaso que se torna éxito, historias de éxitos efímeros. Mencionaría en una primera lista a Herón Proal, el agitador de principios de siglo que organiza la huelga inquilinaria en Veracruz y termina destruido por la incomprensión, la represión, la indiferencia. A Juana Gutiérrez de Mendoza, cercana a los anarcosindicalistas y una luchadora incansable del primer feminismo. A Valentín Campa, el militante dogmático, tozudo, de un estalinismo férreo pero honrado de una manera impresionante y con la dignidad suficiente como para rehusar participar en el asesinato de Trotski... La lista puede continuar, pero lo que más me interesa es reconocer este gran esfuerzo anónimo, religioso a su manera, de los que no se doblegaron al autoritarismo, que insistieron en sus ideales sin tomar en cuenta persecuciones y riesgos literalmente mortales.
''El campo religioso también ha dispuesto de seres admirables. No conozco muy bien su historia, pero sé de su consecuencia, su honradez, su entrega. Todo esto debe recuperarse, la historia de los ejemplos a contracorriente en un siglo hecho para la mayor gloria del capitalismo salvaje''.
--¿Después de Juana Gutiérrez de Mendoza, ¿quiénes continuaron con ese incipiente feminismo?
--El problema es la ausencia de un registro más detallado, pero son miles las maestras de primaria que participan en el sufragismo o defienden la causa de un sindicalismo justo e independiente. Son numerosas las organizadoras obreras y vale la pena mencionar a las radicales de los veinte y los treinta, las militantes combativas y expresivas cuya figura arquetípica es Benita Galeana. Y en un país tan públicamente tradicionalista y machista, falta el estudio de esas mujeres excepcionales que soportan ultrajes, burlas, persecuciones, y reivindican sus derechos. De citar a una persona, mencionaría a Nancy Cárdenas, la primera gran defensora de los derechos legítimos y legales de las minorías sexuales. Hoy, Marta Lamas me resulta la figura más significativa por su inteligencia, su coherencia, su integridad.
--¿Crees efectivamente que podemos hablar de héroes anónimos en este siglo?
--Creo que el heroísmo es casi siempre anónimo. La idea de heroísmo ligado a personas se ha desgastado con el escrutinio de biógrafos y autobiógrafos, al punto de que casi se podría decir ''Hasta los héroes tienen virtudes''. Es demasiado lo que sabemos de los grandes nombres, de su vanidad, de su sentido de la hazaña como estanque de Narciso. Así, las más de las veces el heroísmo impecable en México ha sido anónimo. Y cuando digo "anónimo" me refiero también a la falta de curiosidad pública para saber quiénes han sido seres admirables y en qué consisten sus vidas.
--Entiendo que hay una deuda ahí, que falta documentar eso.
--Sí, existe una deuda con su gran pasado de un país al que determina en exceso el star system, trátese de heroísmo, de cultura, de cine o de música. Pero el heroísmo sí existe, si queremos calificar de ese modo la actitud de los burócratas esforzados que no son deshonestos, de los organizadores obreros que no se corrompieron ni buscaron el ascenso inmediato, de los nacionalistas revolucionarios que creyeron devotamente en las posibilidades de servir al país. Y a diferencia de los choteadores de oficio, no menosprecio en lo más mínimo la actividad de las ONG, de los grupos de la sociedad civil. Sé que ha valido la pena el esfuerzo por construir una cultura de la tolerancia, por vivificar las redes de solidaridad, por oponerse a la corrupción, por oponerse a la opresión.
--Tus pasiones intelectuales, ¿no contienen una forma de adoración al star system?
--De culto, sí, sin duda. No sé si adoración. "Adoración" es una palabra que yo reservo para Greta Garbo, Marlene Dietrich, Judy Garland, Billie Holyday, Ella Fitzgerald, Elvira Ríos y Chelo Silva. Pero desde luego hay un grado enorme de reconocimiento. No concibo un trabajo periodístico e intelectual que no se funde en la admiración.
--El ejercicio mismo del periodismo en México, ¿tendría sus propias y particulares personalidades?
--Sin duda. Desde el no muy ejemplar Félix Palavicini hasta el, a su modo, ejemplar José Pagés Llergo, pasando por Julio Scherer García, protagonista de tres actos memorables: haber cambiado el rumbo de Excélsior en 1968, haber resistido en 1976 al golpe orquestado desde el gobierno de Luis Echeverría y haber creado Proceso. Pero también el periodismo está sembrado de tiburones, de capitanes de empresa en verdad nefandos, de empresarios que negocian a diario la "libertad de expresión". En el periodismo mexicano lo más ejemplar es el apego al profesionalismo de reporteros y articulistas en un ámbito donde lo redituable ha sido negociar entrevistas y elogios, y canjear por residencias las idolatrías sexenales, las omisiones, las campañas de odio.
--¿Hay extranjeros que merezcan ser considerados en esta lista de personalidades, necesariamente incompleta?
--Decenas, miles. México, como todo país, también está hecho fundamentalmente por presencias de todas partes. Voy a dar una lista parcial pero válida de creadores de gran repercusión en este siglo en México: Rubén Darío, Pablo Neruda, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Pablo Picasso, Igor Stravinsky, William Faulkner, Valéry, Marcel Proust, André Gide, Saint-John Perse, Matisse, Hemingway, Scott Fitzgerald, Thomas Mann... Son presencias muy vivas en la cultura mexicana. Pero es una obviedad. Una historia cultural nacional tomada al pie de la letra es un absurdo. Toda historia cultural es internacional por esencia.
El siglo XX mexicano visto por Carlos Monsiváis, en vísperas del 2000.
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2 comments:
Chingon su blog.
Saludos!!
Orale, que chido que te late el blog... Por quí nos seguimos topando.
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